No es nada nuevo que esta autora es una de mis preferidas en lo que se refiere a romántica-histórica. Y una vez más, ha conseguido atraparme entre las páginas de una novela.
Ambientada en el siglo XVII, alrededor de 1637, la historia nos introduce en las guerras navales españolas, presentándonos personajes reales como Lope de Hoces, Oquendo, Richard Pronovil…
En este caso, el protagonista es un irlandés que ha tenido que escapar de su país natal. Los irlandeses siempre han sido buenos héroes de novela nomántica y Patrick O’ Duinn no lo es menos. Valiente, temerario y tenaz, se nos muestra sin embargo como un hombre lleno de virtudes, amigo de sus amigos y amante de los niños. Busca un lugar en la vida, aunque sabe que lo que persigue, el amor de Leonor, le está vedado por su condición de corsario.
Leonor se enamora de Patrick cuando es muy joven, cuando está en la adolescencia, y desde ese momento no hay otro hombre para ella. Es el amor en estado puro. No por ello abandona las obligaciones que le exige su título de Duquesa, siendo además hija única del Duque de Maqueda. Ser Grande de España, tener privilegios, poder estar al lado de la reina, no siempre era una vida perfecta. No, al menos, para Leonor, cuya única aspiración es educar a su hijo, Pedro, y llevar lo mejor que puede el dominio de su fortuna. Amar en secreto a ese irlandés que una vez le regaló una caracola, no impide que honre al hombre con el que se ve obligada a casarse, que le admire y que se sienta cómoda a su lado. También ella sabe que nunca podrá unirse a Patrick.
Los secundarios son estupendos, desde Doña María, la mano derecha de Leonor, que encubre su amor secreto y los encuentros entre ambos, hasta el Duque de Maqueda, su padre. Pocos hombres en esa época eran capaces de ver más allá de sus obligaciones y aceptar, aunque con esfuerzo, que su hija tiene derecho a la felicidad. Es un personaje cercano, entrañable, al que se le toma cariño porque es el artífice de la solución a un amor imposible.
Pedro, el pequeño hijo de Leonor, es adorable. Inteligente, despierto, capaz de comprender a su corta edad que debe mantener el secreto de su madre, a la que ama más que a nadie en el mundo.
Don Juan Manuel es otro de los personajes de peso. Abogado, leal a Leonor y a Patrick, se convierte en el puente entre ambos, en su confidente y en su mejor amigo.
Como en todas las historias, hay un malvado. En esta novela es el cuñado de Leonor. Ruin, vengativo y cobarde. Lo tiene todo para odiarlo. Sin embargo, hay que decir en su favor que sin su intervención, a Leonor no se le hubiera ocurrido marchar a Ribadesella de incognito. En cierta forma, es el causante de que ella vuelva a encontrarse con su irlandés, pudiendo así mantener un idilio que ambos saben que debe acabar.
Las escenas de amor entre los protagonistas son de una sensualidad maravillosa. Elena Bargues es capaz de describirnos cada caricia, cada beso, cara mirada, como si estuviéramos viendo romper las olas tormentosas contra un acantilado. No sé cómo lo hace, pero me fascina.
Métete en esta historia y disfruta de las batallas navales, de los puertos del norte de España, de sus gentes, sus mercadillos, sus traiciones. Y de un amor tan precioso que dejarás escapar un largo suspiro cuando llegues a la última página.
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