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martes, 21 de febrero de 2017

Lo que dure la eternidad, de Nieves Hidalgo

He de reconocer que "Lo que dure la eternidad" me enganchó desde el principio. La introducción, la narración del asalto al castillo, la descripción de las atrocidades cometidas por un odioso enemigo... son escalofriantes y difíciles de digerir en muchos momentos, pero siempre fiel a las vejaciones cometidas en el siglo XVI, muy ajustadas a la realidad de entonces.

A partir de aquí, debo decir que tras acabar este primer capítulo, ya tenía una opinión formada de Dargo: guapo, alto, musculoso y... engreído, déspota, irresponsable, libertino... vamos, no me cayó bien en absoluto. Es más, en ese momento en el que sentía una total animadversión por él, la maldición me pareció de lo más suave.

Esta es la magia de la buena escitura, conseguir que el lector se posicione y simpatice con un personaje y que aborrezca y desprecie a otro tras unas pocas páginas de impecable narración.

Sin embargo, he de reconocer que llegué a sentir una pena infinta por él, por su sufriento, por su deambular a lo largo de los siglos y hasta me imaginé lo terrible de ver cómo todos los tuyos van abandonando este mundo y tú sigues viendo nacer, crecer y morir a toda tu descendencia. En fin, que al final he acabado enamorada de Dargo. ¡Qué remedio!

En el segundo capítulo se nos presenta a Cristina Ríos, una chica muy de nuestro siglo, cuyo lenguaje es tan natural como la vida misma (sí, me refiero a sus tacos), su forma práctica de pensar, sus prisas, su móvil y su portátil acompañándola en todo momento, con ese puntillo femenino que nos toca cuando recibimos un piropo o un halago (como le pasa en el aeropuerto de Dublín o con el abogado del Conde) y con ese sexto sentido para intuir que algo va mal en ese tipo guapo e inteligente que toda madre querría para su hija (me refiero al malvado Tyron).

Los personajes secundarios también merecen unas líneas. Y debo decir que todos tienen el peso justo en la historia:

- El abogado Watford muy bien representado, con ese punto masculino lanzándole indirectas a la protagonista "para ver si cuela" y, al mismo tiempo, discreto, presentándonoslo sólo cuando el hilo de la historia lo requiere, huyendo del típico "aparecer por aparecer".

- Alba, la amiga de Cristina, refleja muy bien a esa compañera del alma que continuamente acosa a la protagonista con preguntas sobre "el tío bueno-macizo-rico" que debe ligarse porque, sin duda, sería un partidazo que no debe dejar pasar.

- La magnífica ama de llaves Miriam Kells, que acompaña a Cristina durante toda la novela mostrándole primero el castillo y después la realidad del fantasma. Ese punto de mujer creyente, a la que le cuesta aceptar al realidad del castillo y, aun en contra de sus principios, lo hace, me parece también muy convincente y necesario.

- El malo de Tyron. Típico americano con pintas de gigoló, intentando seducir a la protagonista para robarle su secreto. Tal vez podía haber creado más juego este personaje, sin embargo, entiendo que es suficiente así, de otra manera hubiera sido necesario crear más situaciones y el libro podría haber resultado más extenso de lo apropiado. Lo bueno si breve, dos veces bueno, no?

- El nieto de la señora Kells, un tipo majo, llano, campechano, que indrectamente le aporta un punto extra de ternura al ama de llaves.

- Y el conde, claro. Frío, distante, creído, arrogante... Justo todo lo despreciable que ha de ser para dejarle el camino libre a Dargo...

El romance entre Dargo y Cristina me parece fantástico, con un ritmo justo de enamoramiento, una historia que pasa por la fase de incredulidad, de negación de la realidad y del temor de ella a estar volviéndose. La desesperación por tocarse, por sentirse físicamente el uno al otro... Las escenas de amor resultan de lo más sensuales y elegantes, con un punto muy acertado y un saber resolver el conflicto para crear estas escenas: la materialización del fantasma en momentos de rabia o pasión. Y me parece acertadísima la idea a la que la autora recurre para conseguir un final feliz. ¿Predecible? Puede ser, pero afortunadamente en un punto de la historia ya muy avanzado.

De todas formas, lo bueno de la novela romántica es que antes de empezar a leer, ya se sabe que los protagonistas acabarán juntos, no? A quién le gusta leer un libro que acaba mal. Los ratos de lectura son pasar buenos momentos.

Una gran novela, una gran historia, una estimulante narración... Poco más puedo decir.

 

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