Es la tercera vez que leo este libro y por tercera vez no he podido reprimir emocionarme leyéndolo. Y eso que en esta ocasión, he intentado mantener una actitud más objetiva y hasta he encontrado pequeños fallitos, propios sin duda, de una novela corta como son los harlequines.
En alguna ocasión ya lo he dicho, pero lo repito nuevamente: cómo me hubiera gustado que este libro fuera más largo. ¡Es tan bonito, tan tierno, tan dulce, tan sentido...!
Creo que es más bien escasa. Probablemente ese es uno de los motivos por los que resulta tan corto el libro. La autora utiliza muy poco para situarte en cualquiera de los ambientes en donde se desarrolla cada tramo de la novela. Aunque en realidad, lo que de verdad importa en este libro son los sentimientos de ambos y su visión de los hechos, por lo que la ambientación no resulta imprescindible.
Sin duda, una de las cosas más bonitas de esta historia, son las cartas intercaladas a lo largo de toda la novela; pero a mí me gustaría resaltar también el libro que Ty está escribiendo y las conversaciones que se trae con su héroe. Suzanne Brockmann ha escrito esta historia de una manera muy original.
Entiendo la desconfianza de Kelly y su lucha interior. Si tenemos en cuenta su amor puro de adolescente, las promesas que Ty le hace y cómo desaparece sin volver a tener noticias de él, parece razonable que cuando reaparece Ty a la vuelta de siete años, no se fíe del amor que dice profesarle.
Ty es un hombre maravilloso, bueno, dulce, tierno, cariñoso, amable y profundamente enamorado de Kelly. Un hombre que ha sufrido muchísimo y que ama desde las entrañas. Ay, es que a mí este tipo de hombres me gustan mucho.
Me cuesta bastante entender que él no le cuente la verdad de su desaparición desde el principio... claro que si se lo hubiera dicho, la novela hubiera sido mucho más corta.
Cartas a Kelly es una preciosa historia que quienes no la hayan leído deberían hacerlo inmediatamente.
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