«Novela finalista del VI Certamen de Novela Romántica Vergara-RNR»
Desde que falleció su madre, la familia de Anne McLeod no sólo se sumió en la más absoluta tristeza, sino que el hombre que fuera su padre se encerró en sí mismo y fue ella, con tan solo diecisiete años, quien tuvo que hacerse cargo de sus tres hermanos menores y de la administración de su hogar. Este hecho la convirtió de la noche a la mañana en una mujer adulta, por tanto, cuando Lord Avegnale... Arthur, el gran amor de su vida, rompió sus sueños románticos, decidió que había llegado la hora de tomar posesión de la herencia que le dejara el duque de Hyde, su abuelo: Eaglethorne, una hacienda con una importante extensión de tierra en Virginia y de la que, según el anciano, obtendría enormes beneficios. Al menos eso fue lo que en su día le aseguró el americano que le vendió al duque la finca.
Dispuesta a empezar una nueva vida y a poner tierra de por medio entre ella y el hombre que había hecho añicos su corazón, Anne, con más coraje que miedo, cruza el océano acompañada por una vieja dama, la condesa de Dujardin, decidida a hacerse cargo de su herencia.
Apenas desembarcó, comenzó a ser consciente de la inmensidad de problemas que su nuevo cambio de vida iba a ocasionarle. Esas tierras en las que había arribado, sus gentes, el paisaje, las costumbres y, en definitiva, la existencia que le esperaba allí, en nada se parecían a lo que hasta la fecha había conocido.
Y no, los hombres tampoco tenían nada que ver con los caballeros ingleses a los que ella estaba habituada. Al menos eso es lo que pensó cuando, en una situación la mar de incómoda, se encontró cara a cara con el apuesto e insolente Harrison Bradley, un vaquero de profundos ojos azules, anchas espaldas, musculosos brazos, sonrisa irreverente y sendas pistolas a cada lado de sus estrechas caderas: el guía contratado por su padre para conducirla hasta el que sería su nuevo hogar.
Y hasta aquí puedo adelantaros del argumento de la novela, el resto tendréis que leerlo.
Con esto que os he contado, se inicia De Inglaterra a Virginia, una novela romántica de corte clásico, de las de antaño, vamos, en la que la aventura, los malos entendidos, la acción, las dudas, la ambientación del salvaje oeste —con sus hombres rudos y un tanto machistas— y el amor al final como dulce y tierno colofón, procuran una lectura la mar de agradable.
La autora relata la historia con un lenguaje ameno y cómodo con el que resulta muy fácil seguir el hilo de la trama y los distintos pensamientos y pareceres de los personajes.
Una novela escrita con sencillez, creada para entretener y disfrutar durante unas horas de la lectura del romance entre Anne y Harrison, con el inigualable telón de fondo de un escenario agreste, entre reses, caballos, rudos vaqueros, la aridez de una tierra difícil y las excepcionales puestas de sol del oeste. Una historia en la que el duro protagonista masculino claudica ante la que él cree una frágil damisela, y la heroína femenina acaba total y profundamente enamorada del hombre que en principio tacha de hosco, incivilizado y para nada educado caballero.
De Inglaterra a Virginia es la primera novela de esta escritora y dada la calidez y la naturalidad de su narración para mí ha sido muy grata la experiencia, por lo que estoy deseando leer la siguiente entrega, ya que con esta se inicia la serie McLeod.
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