Ha pasado ya un mes desde que la inspectora de la Policía Foral recuperó a su hijo y pudo detener a Berasategui. Pero a pesar de que tanto la Guardia Civil como el juez Markina dan por muerta a Rosario, Amaia siente que no está libre de peligro, un desasosiego que sólo Jonan comprende. La muerte súbita de una niña en Elizondo resulta sospechosa: el bebé tiene unas marcas rojizas en el rostro que indican que ha habido presión digital, y además, su padre intenta llevarse el cadáver. La bisabuela de la pequeña sostiene que la tragedia es obra de Inguma, el demonio que inmoviliza a los durmientes, se bebe su aliento y les arrebata la vida durante el sueño. Pero serán los análisis forenses del doctor San Martín los que convencen a Amaia Salazar de investigar otras muertes de bebés, que pronto revelarán un rastro inaudito en el valle.
Berasategui muere, entonces, inexplicablemente en su celda, lo que despliega una trepidante investigación que llevará a Amaia al auténtico origen de los sucesos que han asolado el valle de Baztán. Y mientras, desde el bosque, una impresionante tormenta llega para sepultar la verdad más demoledora.
Opinión:
No hay dos sin tres, y con esta novela llegamos a la tercera y última entrega de esta trepidante trilogía.
No tengo palabras para describir la sensación que tengo ahora mismo, escribiendo esta reseña. Por un lado, estoy satisfecha de haber podido disfrutar a tope leyendo estos libros; por otro, me invade una sensación extraña, como si acabaran de quitarme algo muy querido. Y es que las aventuras de Amaia siguiendo las pistas de los crímenes, se me han hecho cortas. Quiero más.
Tengo anotado el valle de Baztán en el calendario. No sé cuándo podré ir allí, pero tengo que ir para empaparme de cada lugar, de cada casa y de cada brizna de hierba. Ya sé que no voy a encontrarme a la inspectora Salazar, pero me gustaría soñar con que es posible.
Para mí, esta tercera entrega es, posiblemente, la mejor de todas. No es que las anteriores sean peores, de ninguna manera, pero es que en esta creo que borda el final de una trilogía de lujo.
Han apresado a Berasategui, Rosario ha desaparecido y salvo la inspectora, todo el mundo piensa que puede haber muerto. Pero... ¿realmente ha muerto? ¿Por qué ha desaparecido? ¿Qué se esconde tras esa misteriosa desaparición?
Como podéis imaginar, volvemos a inter inmersos en una aventura palpitante y vertiginosa porque, además de esa intriga por parte de Rosario, tenemos otro misterio: parece que otro de los mitos de leyenda, Inguma, está haciendo de las suyas asesinando bebés.
Aquí asistimos a los entresijos de una asombrosa secta, antigua en el tiempo, que la inspectora Salazar tendrá que investigar si quiere desentrañar la incógnita de esos aberrantes asesinatos. Para ello, tiene que saber qué es lo que arrastra a la gente a meterse en ese grupo, qué es lo que les mueve, qué es lo que buscan y lo que quieren encontrar.
Mitología, misterios incomprensibles y creencias ancestrales dan a este último libro una fuerza increíble. Por supuesto, la narrativa sigue siendo estupenda, ágil, activa y aditiva. Los personajes, maravillosos.
Como en lo anteriores, voy a destacar un secundario. En este caso, Ros, la hermana de Amaia.
A destacar entre los secundarios en esta entrega: Ros, la hermana de Amaia.
Decir recomendable, es decir poco. Esta trilogía es la repera y no os la podéis perder.
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