Dora Conroy es una joven dueña de una tienda de antigüedades, desde tazas del siglo XIX hasta litografías modernas. Su apartamento está tan atestado con su almacén. Mientras Dora está de viaje con su hermana Lea para asistir a una subasta, su padre, actor de profesión, como su madre y su hermano, es el encargado de hacer la entrevista a un posible inquilino para el apartamento contiguo al suyo.
El nuevo inquilino resulta ser el capitán Jed Skimmerhorn, bueno, ex capitán, ya que acaba de renunciar en la policía. Skimmerhorn vio morir a su hermana hace pocos meses, asesinada por un mafioso al que perseguía Jed. Aunque proviene de una familia rica y posee una gran mansión en uno de los mejores barrios de la ciudad, Jed ha decidido, en contra de la decisión de su abuela, alquilar un pequeño apartamento mientras decide cuáles serán sus siguientes pasos.
La subasta a la que acude Dora traerá consecuencias inesperadas. Un traficante de obras de arte robadas ha perdido un cargamento, y DiCarlo, será el hombre encargado de recuperarlas. Con un reguero de cadáveres a su paso DiCarlo llegará a la tienda de Dora.
Por otro lado, la relación entre Dora y Jed no es que empiece con el mejor pie. Ella es un tanto excéntrica, alegre, vital, risueña y muy apegada a su familia. Jed es bastante taciturno, casi malhumorado y deseoso que su nueva casera le deje tranquilo. Pero poco a poco Jed empieza a ayudar a Dora con trabajos de bricolaje en el edificio y cada vez estará más a gusto con esa mujer llena de vitalidad. Dora, gracias a su loca familia, conoce el pasado de Skimmerhorn y está decidida a evitar que se hunda en la melancolía. Me ha encantado esa fijación de Dora, sin saber que ese estado de ánimo de Jed viene desde su infancia.
La relación entre ambos no queda deslucida por la trama de las obras de arte. Ambos son muy distintos pero se complementan a la perfección, ella un poco extravagante, y conociendo a su familia, es normal, y él decidido a hacer lo correcto, aunque en algún momento necesita un empujoncito. El resto de personajes también me ha gustado mucho, desde Lea, la hermana de Dora, hasta Brent, el antiguo compañero y amigo de Jed. La familia de Dora le da un toque de humor que pilla a Jed un poco despistado en algunos momentos, jeje. Sin olvidar a DiCarlo y Finley, vaya dos antagonistas más bien descritos.
Me ha llamado la atención la ambientación, esos días que rodean la Navidad y el año nuevo, con la nieve cubriendo Filadelfia y una estampa blanca. La trama de las piezas de arte robadas y perdidas está muy bien llevada y en algunos momentos te deja con la boca abierta, entre Di Carlo y Finley no sé decir cuál da más pavor. La historia de amor entre Jed y Dora es típica de esta autora, ellos duros y fuertes, algo cabezotas y ella es decidida, lista y dispuesta a hacer lo que sea necesario para descubrir a un asesino despiadado.
Otro libro más de los antiguos de Nora Roberts que tenía pendientes de leer. No puedo decir que este me haya gustado más que los otros pero es que todos me han encantado. A pesar de no ser una novela ligerita (en número de páginas me refiero) me la he leído en un suspiro, cada momento que tenía libre no podía dejar esta historia, tanto por Jed y Dora como por Finley y DiCarlo. Una novela apasionante de principio a fin.
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