Con La manzana de Eva me reí mucho así que no he dudado en cogerme el segundo de esta serie.
Esta novela es diferente, no tiene la carcajada tan fácil como la anterior. Con unos personajes, no más profundos, pero sí más trabajados, más reales. Conocemos parte del pasado de Adán y aquí vemos, desde su punto de vista cómo fue vivir con un padre así. Eso sí, me gusta cómo se ha ido vengando Adán, jaja. Esa humillación es lo que mejor podía haber pensado.
En esta novela también descubrimos cuál es el gran secreto de Laura, algo que no esperas y que entiendes la razón por la que se pliega a todos los dictámenes de su abuelo.
Al principio los enfrentamientos entre Adán y Laura son constantes, él la provoca y la inglesa no reacciona como él espera. Hasta que Laura debe pasar una temporada en Madrid y la relación entre ambos cambia. La tregua que tienen en algunos momentos es el detonante para que se vayan acercando sin apenas ser conscientes de ello.
Esas escenas en las que Laura intenta averiguar si Adán es gay o no, son para mí, de lo mejor de la novela.
Laura es un personaje fuerte, decidido, fiel y resuelta, pero también vulnerable y dulce.
Adán, por su parte, a veces le deja ver un lado cariñoso y cercano con aquellos a los que aprecia que le hacen añorar a la joven entrar en su círculo de amigos.
La tensión entre ambos sube con cada enfrentamiento y parecía que en cualquier momento una mecha iba a provocar finalmente el fuego que los inundaría a los dos.
Esta novela me ha gustado más que la historia de Eva y Max. La de estos dos es más ligera, divertida y chispeante, la de Adán y Laura te emociona más, te hace suspirar y querer descubrir qué pasará con esa amistad y esos enfrentamientos.
Es una novela muy bonita, dulce, que emociona y te hace disfrutar.
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