Acabo de terminar de leer esta novela y, después de años escribiendo, no soy capaz de explicaros todo lo que he sentido a través de sus páginas.
La tenía desde hacía meses, era una más de tantas novelas que voy adquiriendo ―porque compro de modo compulsivo― y luego apenas tengo tiempo de leer. Ni siquiera sé el motivo por el que la adquirí, supongo que me gustó la portada. Tampoco me llamaba demasiado el argumento: escritora famosa, amiga íntima, un viaje en el que conoce a otra escritora…
Pero la empecé. Ya en el segundo capítulo me dije “errare humanum est”. Y es que yo había metido la pata hasta el fondo dejando esta novela aparcada. Me enredó de tal modo la historia que ya no pensaba más que en volver a ella en cuanto tenía unos minutos.
He admirado a la autora por el modo en que expresa los sentimientos de todos los personajes. De todos. Y también la he odiado con ganas. ¿Por qué? Pues porque me he visto retratada en muchas de las ocasiones, como si me estuviera viendo en un espejo donde iba descubriendo sentimientos que nunca quiere uno admitir, tal vez por miedo, tal vez por cobardía.
La vida de María es un canto a la libertad individual, pero también a la amistad y al amor. Es una huida hacia adelante dejando atrás el miedo.
Los personajes son tan fuertes, a pesar de sus dudas, que me han conquistado. Ni uno de ellos se puede poner en segundo lugar, aquí no hay secundarios; todos son protagonistas principales, desde Elena hasta Lina o Sarah, desde Gonzalo ―a pesar de estar muerto― hasta Carlos o Javier. Es fascinante la manera en que la autora les va quitando capas y nos descubre su interior. María es solo el hilo conductor que, a través de los otros, acaba por encontrar su verdadero camino.
La parte que corresponde a María está narrada en primera persona; la parte de Elena en tercera.
Hasta el final, no paraba de preguntarme qué decisión iba a tomar la protagonista principal. Por un lado, deseaba que eligiera a Carlos, un hombre sensato, inteligente, encantador, moderado en las formas, que demuestra su amor por ella dejándole espacio. Por otro, quería que fuera Javier, un escritor de novela negra que dice las cosas por su nombre, que la pincha, que la arrastra a una vida frenética de risas, copas y cama.
La propia historia de Lina, una mujer afincada en Naia, me ha entusiasmado. El misterio que la rodea, su pasado, sus frases a medias, sus consejos… Todo te cautiva y quieres saber más, aunque intuyas lo sucedido.
El final es, simplemente, de quitarse el sombrero.
Una novela repleta de sentimientos que me han puesto un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Os la recomiendo, sin lugar a dudas, porque a mí me ha parecido una joya.
Gracias, Raquel. Prometo tomarme un chupito de cilantro, o un buen vino en taza, cuando vuelva a Galicia.
Nieves
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