Me encanta el estilo impecable de Marian, y me ha gustado mucho esta historia, sencilla y profunda, que podría ser la de cualquier persona, en cualquier pueblo o ciudad...
Está ambientada en Oak Hill, un pequeño pueblo americano del que ya conocimos sus calles y sus gentes en la anterior novela de la serie. A pesar de desarrollarse en la actualidad, en realidad es una historia del pasado, porque hace continuos flashback hacia la vida de los protagonistas desde que eran poco más que adolescentes. La trama, desarrollada así en círculos concéntricos en cuyo centro se hallan los protagonistas, Ethan y Rebecca, no presenta solo una historia de amor. Creo, más bien, que es la historia de dos vidas, de dos almas con sus miedos, sus luchas y esfuerzos, sus emociones y sentimientos, y del descubrimiento de sí mismos. A lo largo de sus páginas se nos dice que hay dificultades, pero que no son insalvables; que una vida se puede destruir con mucha facilidad a causa de una mala decisión; que el amor puede perdurar y puede volver, si le damos una segunda oportunidad.
Los protagonistas me han parecido estupendos, tan bien perfilados, tan coherentes en sus sentimientos y acciones, que llegan a parecer reales. Es como si le preguntases a tus padres o a tus abuelos "y vosotros, ¿cómo os conocisteis? ¿Cómo os enamorasteis?".
Ethan muestra, a lo largo de toda la historia, un carácter maduro y leal. Me ha gustado mucho que no es un protagonista "tipo", puesto que es casi ciego de un ojo, tiene una fea cicatriz en la cara y cojea. Sin embargo, conquista con su forma de ver a la mujer que ama, y te hace suspirar. Es noble de corazón, y eso vale más que cualquier físico imponente.
Rebecca es una joven moldeada por el pasado. Ella es el eje alrededor del cual se trama toda la historia, puesto que es la causa de los vaivenes en la relación amorosa con Ethan. Su historia es una lección de vida, porque no solo se enfrenta a sí misma y a sus miedos, y se va superando con paciencia y tiempo, sino que nos enseña que para avanzar hacia un futuro, hay que saber dejar atrás el pasado; hay que cerrar círculos y afrontar hechos y malas decisiones.
En un estilo fluido, sencillo, y más narrativo que dialogado -al estilo de los grandes clásicos americanos-, Marian nos introduce en el mundo afectivo de los personajes, donde tienen más peso los hechos que las palabras. Toda la historia está impregnada de un tono melancólico, casi nostálgico, que envuelve al lector, y que, sin ser triste, nos permite experimentar los sentimientos de los protagonistas. Y, al igual que cuando tus padres o abuelos terminan de responder a tus preguntas, suspiras por su historia y dices "qué bonito".
La he disfrutado mucho, y estoy deseando conocer la historia de Lillian y Grant, el hermano de Rebecca, que seguro que también tienen mucho que contar.
Marta Luján
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