Minstrel Valley 13
Al principio de la serie, cuando conocí a la señorita Chatham, tan estirada ella, tan callada y tan triste, no imaginé ni por asomo que Brenna Watson iba a crear un personaje tan maravilloso.
El duque de Braxton hace una promesa a su pupila, Abigail, la hija ilegítima de su mejor amigo: permanecer en Minstrel Valley durante un mes, hasta que ella se adapte o no a la escuela de señoritas de Lady Acton. Esta promesa hace que se cruce con Melanie Chatham. Mientras en sus esporádicos encuentros ella le va contando las distintas historias del lugar, el duque se da cuenta de que es muy culta e interesante, a veces incluso graciosa. Pero él debe elegir entre dos candidatas a convertirse en su duquesa, Melanie es solo una mujer con la que charlar de temas que a los dos les resultan atractivos.
Melanie es una de las hijas de un vizconde sin un penique. Envía a su familia en Londres casi todo lo que gana atendiendo a Lady Acton, pero guarda para ella el fruto de su mayor secreto: hacer perfumes que luego vende en el colmado del pueblo. Se ha hecho a la idea de que no va a encontrar el amor, por eso la compañía del duque le resulta tan agradable; es un caballero con el que hablar de libros, viajes o escultura… Pero no puede aspirar a más.
Abigail no es solo un personaje secundario que pide a gritos su propia historia. Abigail, para mí, es el centro de la novela, puesto que todo se mueve a s u alrededor: por ella va Nathaniel a Minstrel House, por ella se queda un mes y conoce a personajes del pueblo que le resultan cercanos y con los que olvida sus preocupaciones ducales, ella es la que pone en marcha un descabellado plan para provocar un reencuentro, ella es quien le hace abrir los ojos a su tío Nate, así lo llama. ¡Vaya si se merece una novela! Seguro que ya está en mente.
Otro de los secundarios que me ha enternecido ha sido Marley, el ayuda de cámara del duque. Un hombre que te llega al corazón, por eso te alegra que acabe con… ¡caray con no poder poner spoiler!
Volver a pasear por este lugar lleno de encanto, escuchar otra vez a Angus, Erian, Aldrich, lord Mersett o lady Acton, no tiene precio. Deambular una vez más por el mercado buscando fruslerías o saborear una buena cerveza en la cantina, ha sido estupendo. Pisar de nuevo la piedra del puente, ver la estatua de los amantes o echar un penique en el pozo de los deseos, una gozada. Y es que este lugar me tiene atrapada, cuantas más historias leo de él más me gusta. Como dice la señora Watson en la nota de autora (que no podéis dejar de leer) se ha convertido en mi casa.
La novela está repleta de escenas que destilan ternura y lamento tanto no poder comentarlas aquí… Solo de recordarlas se me pone un nudo en la garganta. Ya podéis tener un pañuelo a mano cuando estéis leyendo esta historia, yo he gastado unos cuantos y no soy nada sensiblera.
Gracias, Brenna Wason, por regalarnos una historia tan preciosa.
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