La ambientación me ha fascinado, porque Nieves ha logrado sumergirme en esa tierra mágica y fantástica que es Irlanda y me he trasladado allí. Podía oler la hierba y la humedad, ver los castillos de piedra gris, sentir el viento y la lluvia en esos días grises que pueblan el cielo irlandés. Sin duda, todas las descripciones ayudan a hacer la historia más vívida y real.
La trama inicia en el pasado, en 1535, con un hecho que hiela la sangre y que provoca que se te encoja el corazón. Las consecuencias que se derivan de ello son impredecibles y muy duras para Dargo. Cuando nos trasladamos a la época contemporánea, han pasado quinientos años y la maldición que pesa sobre Dargo aún no se ha resuelto. A partir de este momento la trama nos va llevando entre la historia de romance y la historia del misterio de la reliquia, entrelazándose como dos cuerdas hasta que los extremos terminan coincidiendo en un final que, aunque esperado, resulta de lo más satisfactorio.
Los personajes, tanto principales como secundarios, resultan fascinantes, bien construidos y carismáticos. Cristina es una mujer con muchas tablas y un carácter resuelto. Es una española, inteligente y atractiva, que llega al castillo de Kilmarnock para realizar una valoración de las obras de arte que contiene. Me atrevo a decir que no tiene ninguna expectativa cuando llega más que realizar su trabajo y gozar de aquel viaje. Desde luego, no pensaba involucrarse con un fantasma en la búsqueda de una antigua reliquia.
Me ha encantado que Cristina, a pesar de su racionalismo, no puede evitar experimentar temor ante la aparición de Dargo, algo que ella considera una locura y un imposible. Eso hace que el personaje sea más creíble y permite ir viendo el cambio que se va operando en ella, y en sus sentimientos, conforme avanza la historia.
Bueno, de Dargo, ¿qué se puede decir? Es un personaje que conquista y enamora. Ha cometido errores en el pasado y está pagando por ello con creces. Quinientos años de vida inmortal y solitaria han sido suficientes para hacerle reflexionar y para arrojarlo a un pozo de desesperación, aunque la aparición de Cristina en el castillo lo cambia todo.
Me ha parecido un personaje redondo porque, a pesar de esos quinientos años, sigue manteniendo su carácter de un hombre del siglo XVI, su arrogancia, su despotismo (en algunos casos), su arrojo y su fanfarronería; pero también es un hombre apasionado, y es maravilloso ver la evolución de sus sentimientos por Cristina, cada vez más profundos.
Una de las cosas que más me ha conmovido es el sufrimiento de los dos a causa de ese amor que parece real pero no es sino una ilusión, porque ambos habitan en mundos distintos. Un amor que es capaz de llevarlos al sacrificio y a la renuncia, buscando tan solo la felicidad del otro.
La he disfrutado muchísimo. Nieves logra envolverte con su estilo, haciendo que entres en la historia y te olvides de todo a tu alrededor, excepto la lectura y lo que sucede en ella.
Marta Luján
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