¿Piensas que puede existir un amor a primera vista? ¿No? Pues Ruth M. Lerga nos demuestra que sí en esta historia.
La protagonista es Rachel, está ilusionada con su debut en la sociedad y sueña con casarse por amor. Podría haber coqueteado con algunos caballeros, todas las debutantes tienen varios en los días posteriores, y más cuando se es una dama preciosa como ella. A eso, hay que añadir que pertenece a una familia considerada, famosa y riquísima. Pero apenas llegar a la fiesta sus ojos se fijan en un hombre. Un extranjero. Un ruso. Príncipe o no, a ella eso no le importa, se da cuenta de que es el hombre con el que quiere casarse. Un flechazo en toda regla.
Andréi tiene pensado establecerse en Londres, aunque su misión es diplomática. No en vano pertenecer al ejército ruso, es el protegido del Zar Nicolás, que incluso le ha dejado tomar el apellido Románov, y se le encomiendas tareas importantes. Aunque no busca esposa, apenas descubre a Rachel queda prendado, y sabe que es con ella con quien desea casarse. Seguimos con el flechazo de aúpa.
A partir de aquí, el cortejo con ayuda de la hermana de Rachel; paseos por los jardines, sonrisas… Lo que empieza con un fraternal beso acaba en una entrega total por parte de ambos. Todo parece de color rosa… hasta que Andréi se ve obligado a marcharse sin explicación alguna. Ahora comienza el rencor, el silencio de toda la familia para que la honra de la muchacha no se vea manchada, y la superación, poco a poco, de la burla. Sin embargo, él tiene un motivo y no olvida a nuestra heroína.
Como siempre me pasa con las novelas de esta autora, me falta solo sentarme a la mesa y charlar, largo y tendido, con los Beau. Esa que es un placer verlos a todos, escuchar sus bromas, sus puyas y ese juego que se traen entre todos de decir frases con la letra elegida para el día. En este caso, la C.
Ha sido una sorpresa agradabilísima ver aparecer a la familia Knightley (me leí también esa serie y es estupenda), mezclándolos con la trama de espionaje y posible ataque de Napoleón.
En cuanto a la nota de autora, como siempre digo: hay que leerla. Ruth nos dice que se ha tomado varias licencias. Cierto es. Pero, ¿qué importa cuando es para escribir una historia tan bonita como esta? Por mí, se puede tomar todas las que le dé la gana.
Nieves
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