Hace un año que Ania y Justin decidieron contar su historia. En este tiempo muchas cosas han pasado. La vida ha pasado, a veces de puntillas, otras veces con estruendo, pero en todos esos días Ania y Justin no han dejado de acompañarme. Han insistido en permanecer a mi lado contra viento y marea y me han pedido que, por fin, hable de ellos. Y yo encantada. Me tienen cariño, lo sé. Yo también, mucho.
Por las páginas de su historia se pasean la venganza, el odio, la añoranza, el dolor de la pérdida, el asombro, la amistad incondicional, el amor pasional y fiel, el coraje para luchar por lo que se ama. También la desconfianza y el recelo, y es que Ania Markova y Justin Wallston no comienzan con buen pie. Su primer intercambio de palabras no es prometedor, más bien incómodo y desabrido. Para ella, el marqués es un insolente y un atrevido. Para él, Ania no es más que “una mujer un tanto engreída que regenta un club de juego”.
Contra todo pronóstico, ambos entablan un juego de seducción que se presenta como un desafío de lo más entretenido. Así que, entre partidas de ajedrez, manos de blackjack y algún que otro rien ne va plus van ganando la atracción, el cariño, la comprensión, la complicidad, y ya se sabe que en el juego del amor nunca vence solo uno. Siempre es cosa de dos.
Puedo decir muchas cosas sobre Ania. Ella es una excelente estratega con un objetivo claro y bien trazado. Es mujer de fuertes convicciones, el coraje le corre por las venas. Desconfiada, arisca y esquiva con los hombres.
Irreverente, transgresora, exigente, comprensiva y compasiva. Respetuosa, sobre todo, con las de su género. Ania y yo compartimos el gusto por el furfural de los libros antiguos. Tanto es así que su primera “no cita” transcurre entre las paredes de una librería.
Bajo esa máscara de impávida serenidad de mujer misteriosa, inalcanzable y sofisticada se esconde un dolor lacerante por la pérdida y el destierro familiar de su Rusia natal. La fuerza y el poder de sus recuerdos reviven momentos de felicidad, pero también de amargo infortunio.
Ania es defensora de las indefensas y mujer de armas, literalmente. Es inteligente, astuta y paciente, cualidades que pone al servicio de su vendetta particular. La naturaleza humana no tiene secretos para ella, y cree que resistirse al encanto del marqués de Seymour será un juego de niños. Sin embargo, toda esa seguridad, confianza y entereza se tambalean cuando Justin está cerca.
En cuanto al lord, Justin Wallston, vuelve a Londres para hacerse cargo de su título y de tres encantadoras y repetitivas razones. Es un lord despreocupado que se aburre soberanamente pues no se le ha presentado ningún desafío digno de mención. Hasta ahora. Es apuesto y tiene un mechón de cabello indisciplinado que lo hacen irresistible a los ojos de las féminas nobles y plebeyas por igual. Atrevido, insolente, socarrón, pero franco, honesto, conciliador y dueño de un fuerte instinto de protección por los que ama. Adolece de un exceso de confianza y curiosidad que incomoda a la dama. Tengo que admitir que Justin es un poco cotilla, pero en su defensa diré que su intención es buena, más que buena.
En un momento dado, su interés, disfrazado de mera curiosidad, se intensifica y sospecha que Ania puede esconder un turbio pasado. Esa desconfianza deprisa desaparece y Justin inicia al acoso y derribo de la resistencia de Ania hacia él. El primer beso lo roba, pero compensa por su espontaneidad y frescura todos los que vendrán.
Hablemos ahora del malo malísimo de su historia, el ruso Yerik Záitsev, viejo conocido de la Markova. Un tipo cruel, despiadado y vengativo. Su vida es miserable, triste, rabiosa y profundamente infeliz. Adicto al juego, vive del chantaje para costearse su asiduidad al Hades, el club de juego en el que son bienvenidos tanto hombres como mujeres.
Ania ha tenido tiempo para preparar su vendetta particular porque ansía su destrucción. Para ello cuenta con la ayuda de sus más fieles colaboradores. También, aunque contrariada, acepta la ayuda de Justin para ejecutar el plan y asfixiar socialmente a Záitsev. Su esposa y su hija han sido apartadas de su letal alcance.
Cuando se creía que el ruso no podía ser más despreciable, Ania descubre algo que la deja abrumada, sin reacción, sin poder dar crédito, luchando en su interior entre la ira, la rabia y la dicha. En este punto, sus lágrimas fueron también las mías, pues la emoción trascendía las páginas de su historia. Záitsev pagará caro por ello.
La pareja nos lleva de la mano por diferentes zonas de Londres. Desde los tristes, grises e insalubres barrios bajos hasta la majestuosidad y opulencia de Buckingham Palace. Y hablando de Buckingham Palace, la reina Victoria tendrá algo que decir sobre Ania porque pequeñas y simples acciones que ayudan y alivian el dolor de los demás trae, a veces, sorpresas maravillosas.
Ania y Justin parecen satisfechos con mis amables palabras, así que los dejo ir, aunque no los olvidaré. Puedo decir con total certeza que “fueron felices y comieron... ganso asado”.
Todas las historias de Nieves me llaman, me seducen, me atrapan como canto de sirena y me absorben de principio a fin. Podría contar mucho más, pero os dejo que descubráis a Ania y Justin que se atrevieron a jugarse un beso, preludio de una historia de amor preciosa.
Gracias maestra por todo y tanto.
Silvia Soliño
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